Si te dicen que, para convertirte en discípulo tienes que dejar de amar a todos lo seres, díles que mienten.
Si te dicen que, para conseguir la liberación, has de odiar a tu madre y desatender a tu hijo, negar a tu padre, renunciar a toda compasión por el hombre y el animal, díles que su lengua es falaz
Esto enseñan los incrédulos
Si te enseñan que el pecado nace de la acción y la bienaventuranza de la inacción absoluta, díles entonces que yerran.
No creas que viviendo en selvas sombrías, en orgulloso retiro y apartamiento de los hombres, no creas tú que alimentándote sólo de hierbas y raíces y mitigando la sed con la nieve; no creas tú devoto, que todo esto pueda conducirte a la meta de la liberación.
No imagines que con quebrar tus huesos y lacerar tus carnes te unas a tu Yo silencioso. No pienses que una vez vencidos los pecados de tu forma grosera, oh víctima de tus sombras , queden cumplidos tus deberes para con la Naturaleza y el hombre.
Los bienaventurados han desdeñado obrar de tal suerte. El León de la Ley, el Señor de Misericordia, al descubrir la verdadera causa de la miseria humana, abandonó inmediatamente el dulce pero egoísta reposo de la selva tranquila y pasó a ser Maestro de la Humanidad.
Cada uno de nosotros, imitando el ejemplo de los Grandes Maestros Espirituales de la Humanidad, deberíamos despojarnos del egoísmo del mullido conford y hacer algo por el semejante.
