LA AGONIA DEL OBISPO

LA AGONIA DEL OBISPO

En estos tiempos aciagos para la República, me ha venido a la memoria un artículo — que he guardado por años- de mi padre el historiador y escritor Sanjuanino don Rogelio Diaz Costa, sobre Fray Justo Santa Maria de Oro, padre de la República, que lo escribiera pocos meses antes de su propio fallecimiento.

Dice ese artículo, que hoy quiero compartir con todos ustedes.

Una extraña sonoridad de ecos, amplificados, ensordecedores, repetidos, parecían hundirlo en túnel vibrante. Al ritmo del corazón comenzó el desfile. Todo era claro, preciso, como si en un instante 64 años de vida de lucha se sucedieran en todos sus detalles.

Su madre, doña María Elena Albarracín y Ladrón Guevara, inflexible en su ternura y devoción  que quebranta piedras; su padre, don Juan Miguel Bustamante de Oro y Cossio, severo, grave, solemne, digno alcalde y regidor , justo y sereno; su casona de la calle del cabildo, perfumada y tibia o fresca y cordial según la estación; el silencio amable, manso de los atardeceres y el arrullo del rezo nocturno; la pirotecnia de los trinos y las luces del amanecer, el aroma del esquilme, de la tierra;  el estallido del medio día y el incendio soporífero de la siesta; los paseos, los compañeros, el tantar frugal con olor a pan caliente; las ardentías místicas y ese amor insaciable de libertad que henchía el pecho en los días del viento y lejanía; la mirada tierna del sufrimiento de los niños, el divagar de los adolescentes, el desencanto de las mujeres, la impotencia de los hombres, constituyeron su niñez.

Ahora todo volvía. Ensayaba un suspiro y éste cortaba.

Todo volvía.  Su ingreso a la Recoleta Dominicana, silenciosa, monacal, que le abstraía y en la que afirmaba su fe de que todo lo que le rebelaba sería juzgado. Se sentía fuerte y obstinado. Meditaba, comprendía, razonaba; lo último, característica cabal de los Albarracines.

Todo volvía: Chile, España, Cuyo, Tucumán; su tierra misma, su gente, su devoción, su fe.

De pronto ensordeció Una luz vivísima , multicolor, sonora, estalló en su interior y no escuchó ya el latido angustioso; se le oprimió el pecho y cayó a plomo en el túnel.

En este pasaje introductorio, mi padre, estaba describiendo la experiencia de muerte de  Fray Justo Santa Maria de Oro,  como si estuviera viviendo la propia experiencia de desencarnar.

LA VIDA  Y LUCHA DE SANTA MARIA DE ORO

Continua don Rogelio Díaz Costa Inteligencia preclara la suya. Novicio a los 17 años , era ya catedrático de teología a los 20 años. Antes de cumplir la edad reglamentaria recibía las sagradas órdenes por dispensa de Pio VI. Veintisiete años tenía cuando fue elegido prior de la comunidad dominicana en Chile. Epoca feliz de oración, lectura – las enseñanzas del Padre Francisco Suárez, el ideologo de la independencia americana – bondad y apoyo. Se metió en el alma del pueblo y la de éste entró en la suya. Era el frailecito que comprendía, amaba y compartía la ansiedad popular. Así maduró.

Cuando viajó a España, a trasmitir un legado para el colegio de Apoquindo, llevó consigo la pretensión de una reforma eclesiástica que más tarde consiguió y la separación de Cuyo de Chile y Buenos Aires, de la ordenen dominicana cuyana para su depdencia directa de Roma.

Alla reafirmó su postura de independencia que aprendió del Padre Suárez. Había encontrado allí, en España, en ese instante, una aberrante corrupción y advirtió el final. Por eso, de regreso en Chile, al llegar la noticia de la Revolución de Mayo en Buenos Aires, salió a caballo por las calles de Santiago, transmitiendo a todos, jubiloso, a grandes voces, la noticia a los humildes, hombres y mujeres, viejo y niños. Hubo, sin embargo quien no vió con buenos ojos su entusiasmo.

A fines de 1811 regresó a Cuyo y a San Juan de todos sus amores. Pero en Chile lo llamaron llenos de angustia y zozobra. Todo no era miel sobre hojuelas y había entuertos que deshacer. Los deshizo al regresar.

El mismo año logró la licencia para crear el Colegio Apoquindo. Creo también la Casa Correccional de Mujeres. Pero su priorato le preocupaba tanto como la independencia y al año siguiente volvió a insistir en la separación de su orden en Cuyo.

En Chile ,  sin embargo, pasaban cosas… que él combatía. Lo desterraron a Cuyo y aquí se unió a San Martín. Le ayudó a crear el gran ejército . Su cálidez de oro sirvió para  la formación de un cuerpo miliciano de caballería. » Los Gauchos de la Invención», de San Juan. En su convento platicó largas horas con San Martín y le expuso sus ideas y anhelos. El convento de convirtió en cuartel del Batallón  1 de Cazadores de los Andes.

AL LADO DE SAN MARTIN

Mucho aprendió de él el Libertador y de sus ideas, hasta aclaró dudas, comprendió cosas. Por eso, cuando el 13  de junio de 1815 Fray Justo de Santa Maria de Oro fue elegido diputado al Congreso de Tucumán – fue el primer congresal elegido y también el primero de Cuyo – San Martín se congratuló de ello.

Todo volvía. Su viaje a Mendoza y las nuevas pláticas con San Martín, la comprensión que se convirtió en afecto; su viaje a Tucumán con Godoy Cruz  por San Luis ,  para lo cual Duphuy debió hacer arreglar los caminos, en el rigor del verano; su llegada a Tucumán para alojarse en una celda dominicana, apartado para meditar; sus discusiones con Acevedo Pueyrredón, Bustamante y otros al debatir la reforma de la ley fundamental dentro de la comisión que formó parte; la correspondencia con San Martín que le afirmaba sus convicciones…..Primero declarar la independencia, después discutir el tipo de gobierno. «primero hay que tener la cabra, y después repartir los cabritos», dicen que comentaba

Todo volvía. Aquel alarido como un » toque a la carga» con que se respondió al requerimiento de Laprida el 9 de julio de 1816. El  SI, SI,mayusculo que le hizo saltar de gozo.

Todo volvía. Hasta aquel mal rato del 15 de julio, en que se encocoró reclamando la consulta previa a la voluntad de los pueblos antes de proceder a proclamar la forma de gobierno, y que le hizo refugiarse en Lules, fastidiado y terco, opuesto a toda monarquia europea o incaica. En vano no había aprendido de Suárez el sentimiento que en el pueblo, reside la soberanía, la forma republicana de gobierno.

Todo volvía: su proposición de elegir patrona de la Independencia de América a Santa Rosa de Lima,. Su renuncia al congreso – fue el primer renunciante- y su regreso a San Juan para oponerse a la intolerancia, soberbia de Rosas; el destierro que le impuso por ello Luzuriaga que lo envió a Chile. Su apoyo a O ‘Higgins que le costó un nuevo destierro, esta vez a las islas de Juan Fernández, el regreso a San Juan en 1828, nuevos choques con Córdoba, porque insistía en la independencia eclesiática de Cuyo, su designación – 30 de octubre de 1834- por el Papa Gregorio como primer obispo de Cuyo y la erección de su diócesis; la negativa de don Juan Manuel de Rosas de dar pase a las Bulas, Breves y Rescriptos sobre su designación como obispo.

«Mi corazón está con Dios, pero necesito mi pensamiento aquí para arreglar la continuación y terminación de dicha obra», decía  con un murmullo de voz que rebotó en el túnel del tiempo.

Quiso seguir… Eran las dos de la tarde.. por los corredores corría el llento de las mujeres… La campana de la catedral, aquella que fuera de San Clemente, doblaba lenta, cansada y triste.

Dicen que a la hora de la muerte, toda la vida pasada y sus circunstancias desfilan por la mente del moribundo, como si se activaran los últimas neuronas.

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Este artículo de mi padre, lo reproduzco como homenaje a las fiestas mayas, pues debo recordar, aunque algunos tengan  la tarea de vaciar al país de contenidos patrios, que la semana de Mayo empieza el 18 y termina el 25. El 18 se recuerda la caída de la Junta Suprema Central y el 25 de mayo la Asunción de la Primera Junta . VIVA LA PATRIA. AL IGUAL QUE FRAY JUSTO SANTA MARIA DE ORO, DEFENDAMOS A LA REPUBLICA.

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